Día Mundial del Agua 2019

El Mensaje del Papa

Con motivo del Día Mundial del Agua, que se celebra hoy 22 de marzo, el Santo Padre Francesco envió un mensaje al Prof. José Graziano da Silva, Director General de la FAO.

El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral acoge con gratitud el Mensaje del Santo Padre e invita a las Conferencias Episcopales y a las instituciones que trabajan en temas relacionados con el agua a contribuir a su difusión a través de este comunicado de prensa:

 

Comunicado del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

con ocasión del Día Mundial del Agua

22 de marzo de 2019

 

Las Naciones Unidas celebran cada año, el 22 de marzo, el Día Mundial del Agua. Muchas instituciones y organizaciones presentes en varios países, se reúnen de forma puntual para celebrar este aniversario, con vistas a dar mayor visibilidad a las numerosas, complejas y a menudo preocupantes cuestiones relacionadas con el agua.

Este año, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha decidido asociarse con este Comunicado a las diferentes celebraciones, ya que el tema elegido por la ONU para el 22 de marzo de 2019 es especialmente simbólico: “No dejar a nadie atrás”.

Acogemos con gratitud el Mensaje que el Santo Padre dirigió a la FAO con ocasión de este Día, e invitamos a las Conferencias episcopales y a las instituciones que trabajan en cuestiones relacionadas con el agua, a contribuir a su difusión.

La parábola del pastor que va en busca de la oveja perdida[1], la insistencia de las enseñanzas evangélicas acerca de la solícita atención hacia los pobres, los humildes y los marginados[2], y las implicaciones sociales de la fe cristiana[3], nos hacen desear ardientemente, en lo que respecta al acceso al agua potable, no dejar a nadie atrás. Por el contrario, es bueno desarrollar y emplear parámetros ambiciosos: «un acceso regular y constante al agua potable que sea accesible económicamente, legalmente y de hecho, y que sea aceptable desde el punto de vista de su uso»[4].

En 2010[5], el acceso al agua potable, junto con el acceso al saneamiento[6], fue reconocido como un derecho por la Asamblea General de las Naciones Unidas, puesto que la Santa Sede, varios países y diferentes actores de la sociedad civil llevaban ya varios años solicitando dicho reconocimiento. Desde entonces, numerosos estados han incluido este derecho en su ordenamiento jurídico nacional; asimismo, se incluyó también en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y en 2017 fue reconocido por una sentencia de la Corte Superior de Justicia brasileña, que incluso llegó a citar, se podría decir que de manera inusual, la encíclica Laudato si’. De acuerdo con el magisterio social de los anteriores pontífices y con los pronunciamientos de la diplomacia de la Santa Sede, esta encíclica del Papa Francisco reafirma que «el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable»[7].

Es una tarea obligada de los estados, independientemente de su sistema político, su capacidad económica y tecnológica, garantizar que toda la población pueda gozar efectivamente de este derecho. A veces, los gobiernos y las administraciones públicas deciden recurrir a los servicios prestados por agencias del sector privado o asociaciones, para contribuir a la realización del acceso universal al agua potable. Sin embargo, esto no disminuye, en modo alguno, la responsabilidad del gobierno hacia toda la sociedad: «la autoridad pública tiene la función de regulación y control»[8], y debe supervisar el trabajo llevado a cabo por los diversos sujetos que gestionan el agua. Al mismo tiempo, debe garantizar el uso respetuoso del recurso, evitando la contaminación y el desperdicio, sin olvidar que el agua es un recurso necesario para la vida en general y para los diversos biomas, no solo para la existencia humana. Entonces, a la luz del principio de subsidiariedad[9], es oportuno que las comunidades locales sean capaces, en la medida de lo posible, donde sea relevante y, en cualquier caso, siempre bajo el debido control de la autoridad pública, de gestionar su acceso al agua potable. Esto implica conocer las necesidades, supervisar la calidad del agua disponible, proveer al financiamiento y al mantenimiento de las infraestructuras. Son muchas las iniciativas que la Iglesia Católica ha emprendido en este sentido, en numerosos países en vías de desarrollo.

El llamamiento “No dejar a nadie atrás” implica una atención solícita hacia los pobres, los habitantes de las zonas rurales o de montaña aisladas, hacia quienes se encuentran en situación de migración caótica y peligrosa o que han encontrado refugio en los campamentos de refugiados, hacia las poblaciones cuya tradicional fuente de suministro de agua ha sido contaminada o agotada por ritmos de bombeo excesivos, hacia los presos, los huérfanos, quienes han sido estigmatizados o marginados por razones étnicas o culturales, o debido a alguna enfermedad o dolencia.

A tal efecto, este Dicasterio considera prioritario el acceso al agua potable en las escuelas y en los centros de salud (hospitales, clínicas, dispensarios médicos), en particular, aquellos que son propiedad o son administrados por la Iglesia Católica. Por lo tanto, deseamos animar las acciones de seguimiento en las escuelas y en los centros de salud, de los siguientes elementos:

·         acceso al agua potable,

·         acceso al saneamiento (tomando en cuenta las discapacidades físicas),

·         el estado de las relativas infraestructuras,

·         los procedimientos de higiene, así como procedimientos de control y mantenimiento de las infraestructuras.

 

Al mismo tiempo, se anima a adoptar aquellas medidas encaminadas a mejorar, si es necesario, la situación de los elementos anteriormente citados, por ejemplo: la realización de infraestructuras, el intercambio de tecnología, la capacitación y la actualización de los procedimientos.

Esto se debe a que las vergonzosas cifras de la sed no se pueden considerar como una fatalidad sin solución, en cuanto ya disponemos de los conocimientos de ingeniería y de gestión para el suministro de agua, también en las zonas más remotas, e incluso en alta mar. Y también porque la gestión del agua no puede depender de «un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual»[10], ya que tal visión empujaría a considerarla como un producto cualquiera, que se suministra exclusivamente a quienes pueden pagarla, incluso si la utilizan para fines secundarios, y a construir infraestructuras solo en aquellas zonas capaces de rembolsar el costo de las inversiones: esta visión se opone al destino universal del agua.

El acceso al agua potable, dado que es un bien común, es una de las condiciones para la realización del bien común de toda la familia humana[11]. El acceso al agua no es un fin en sí mismo, sino una condición para que la vida humana florezca, para tener «vida en abundancia»[12].

 

[1] Cf. Evangelio según san Lucas 15, 4-7.

[2] Cf. Evangelio según san Marcos 10, 46-49; según san Lucas 1, 52-53; según san Mateo 25, 34-40.

[3] Cf. Francesco, exhortación Evangelii gaudium, cap. 4.

[4] Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Agua, un elemento esencial para la vida. Plantear soluciones eficaces. Una actualización, Aportación de la Santa Sede al Sexto Foro Mundial del Agua celebrado en Marsella, en marzo de 2012.

[5] Con la Resolución 64/292 del 28 de julio de 2010.

[6] La cuestión del acceso al saneamiento, promovida principalmente por la Organización Mundial de la Salud, recibe menos atención que la del acceso al agua. Sin embargo, es muy importante por numerosas razones relacionadas con la intimidad y la seguridad de las personas, así como para la salud pública y la contaminación, y por lo tanto no se puede omitir ni considerar tabú.

[7] Encíclica Laudato si’, § 30.

[8] Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Agua, un elemento esencial para la vida. Plantear soluciones eficaces. Una actualización, Aportación de la Santa Sede al Sexto Foro Mundial del Agua celebrado en Marsella, en marzo de 2012.

[9] Cf. Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, § 185-189; Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate, § 47 e 57.

[10] Laudato si’, § 159.

[11] Cf. Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, § 164-166.

[12] Evangelio según san Juan 10, 10.

22 marzo 2019