Reflexiones

El debate, las opiniones... Una encíclica que no deja a nadie indiferente. 

Una sección dedicada a las reflexiones, los comentarios y análisis surgidos  tras la publicación de la Encíclica del Papa Francisco "Fratelli tutti".

Aquí es  posible encontrar una selección, entre las principales resultantes del debate sobre la Encíclica. 

El contenido de las reflexiones no implica una responsabilidad directa del Dicasterio, que las pone a disposición de los lectores. 

Las reflexiones de los Superiores del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

Card. Peter K. A. Turkson, Prefecto

Hermanos y hermanas: Desde el mismo vientre

Card. Peter K. A. Turkson, Prefecto

Cuando era joven, creciendo y estudiando lenguas clásicas, aprendí que, en griego, las palabras hermano y hermana significaban, etimológicamente “desde el mismo vientre” (a-delphos/a-delphē). Esta expresión ha permanecido conmigo y me ha ayudado a entender situaciones desconcertantes de la vida. Pues, si los hermanos y hermanas están unidos por el hecho de tener su origen en el mismo vientre, entonces están unidos en dignidad, unidos en honor, unidos en derechos, mientras mantienen sus diferencias en actitudes y hábitos; y el resto de la humanidad está de igual forma constituida - productos de vientres, ¡hermanos y hermanas todos nosotros!

A todos nosotros, al menos bíblicamente, se nos considera que venimos del mismo origen, del mismo padre, pero yo soy de África, y muchos de Europa y muchos de China y podemos ver las diferencias. Si somos tan diferentes, ¿podemos aún hablar de ser uno? Sí podemos. El vientre que nos hace a todos uno puede ser el vientre de nuestros padres, pero también el vientre de nuestra madre tierra, el planeta que nos alimenta. Somos uno porque compartimos el mismo vientre de la cultura mundial, que determina lo que estudiamos y a lo que ponemos atención y cómo se guían nuestras vidas. Compartimos el vientre común de la historia, con todas las guerras mundiales y todo lo que ha sucedido que nos ha llevado a este punto. Y, últimamente, en estos días, compartimos el vientre común de una amenaza y crisis sanitaria: la pandemia del covid-19.

Todos nosotros, de muchas maneras, venimos del mismo vientre. Esto, por lo tanto, debería llevarnos al sentido común de nuestra dignidad humana que no deja a nadie atrás[1]. Pero en realidad, algunos se dejan atrás en la cuneta, atrás en la cultura, en el desarrollo, en los ingresos, en la educación. Toda clase de experiencias nos separan y nos hacen desiguales, incurriendo en varios tipos de “déficit de dignidad humana”. Así que, consideremos esta pandemia como una llamada a despertar. Vayamos a buscar a nuestros hermanos y hermanas cuya humanidad y dignidad se ven debilitadas y reducidas a un parpadeo por la esclavitud moderna y el tráfico de seres humanos. Busquemos a nuestros hermanos que han sido descartados y dejados atrás. Vayamos y busquemos a nuestras hermanas que han sido abandonadas o dejadas en la cuneta. Vayamos a buscar a los hombres y mujeres cuya ausencia hace que nos sintamos menos completos y menos sanos, y traigámoslos a todos juntos, y hagamos real la unidad y la salud de la familia humana de la creación de Dios.



Sabemos, además, que todo contribuye

al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus designios.

Porque a los que conoció de antemano, los destinó también desde el principio

 a reproducir la imagen de su Hijo,

llamado a ser el primogénito entre muchos hermanos.

Y a los que desde el principio destinó, también los llamó;

a los que llamó, los puso en camino de salvación;

y a quienes puso en camino de salvación, les comunión su gloria… (Rom.8, 28-29).

 

[1] En la presentación de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODSs) en la Asamblea Plenaria de las Naciones Unidas (septiembre 2015), el Secretario General, Ban KiMoon, describió los ODSs como “una narrativa de la dignidad humana que no deja a nadie atrás”

Mons. Bruno Marie Duffé, Segretario

La fraternidad: una fuente de inspiración y de renovación para la democracia y la paz

Mons. Bruno Marie Duffé, Segretario

La figura altamente simbólica del "buen samaritano", que cuida del hombre herido y abandonado a la vera del camino, ofrece a la reflexión del Papa Francisco sobre la fraternidad una referencia esencial para pensar en las relaciones fraternas y la vida política. La segunda parte de la Encíclica "Fratelli tutti" (especialmente los capítulos 5 y 6), de hecho, da a la política un lugar decisivo.

Se trata de evitar que la fraternidad se limite al campo de las relaciones interpersonales. La política es el lugar del encuentro, el diálogo y la responsabilidad compartida. Esa la definición misma de la democracia: un espacio donde todos pueden expresarse y participar en la toma de decisiones, para el bien común y la justicia.

La democracia, como proyecto y como práctica política, es la visión de ese mundo "abierto" (cf. capítulo 3 de la Encíclica) que va más allá del mundo "cerrado" de los intereses individualistas y considera al otro, con sus riquezas y debilidades.

"También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí. Por otra parte, cada hermana y hermano que sufre, abandonado o ignorado por mi sociedad es un forastero existencial, aunque haya nacido en el mismo país"  (Fratelli tutti, Francisco, 2020, n.97).

El espacio democrático es el "lugar abierto" donde el encuentro es posible, donde las palabras pueden ser habladas e intercambiadas sin temor, donde los derechos humanos y los deberes mutuos son honrados y actualizados.

La "amistad social", que es el otro nombre de la fraternidad, la atención y la benevolencia y la búsqueda de la búsqueda correcta, no es una actitud débil sino una postura moral fuerte, que se niega a despreciar al otro - el más débil en particular - y que se abre a la construcción de la "corresponsabilidad".

“Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común" (Fratelli tutti, n. 154).

Esta hospitalidad mutua, propia de la amistad, nos hace sensibles a la palabra del otro, al respeto de nuestras promesas y a la necesidad de perdón, lo que permite no confinar al otro - individuo, pueblo o comunidad - a una imagen tendenciosa o truncada. La hospitalidad, vivida como reciprocidad, arroja luz sobre nuestros proyectos de cooperación internacional y los desafíos de la solidaridad con los migrantes y refugiados, quebrantados por la guerra y la violencia. A este respecto, debemos desconfiar de los populismos que se apropian y a veces confiscan la esperanza popular, con el fin de buscar el poder. La reflexión sobre la pertenencia a la comunidad no puede cerrarse a un comunitarismo sectario y exclusivo. Por el contrario, debe magnificar la riqueza de la pluralidad social y la oportunidad del pluralismo, que pone en juego la diversidad de enfoques e interpretaciones.

Por encima de todo, el bien común, que exige el feliz despliegue de talentos para el bien de la comunidad, debe considerarse como la condición y el horizonte de la paz. Buscar la paz significa cuidar nuestros lazos, de los derechos humanos que salvaguardan la dignidad de las personas, de nuestra memoria y de nuestra esperanza.

"Ser parte de un pueblo es ser parte de una identidad común, hecha de lazos sociales y culturales. Y esto no es algo automático, sino todo lo contrario: es un proceso lento y difícil... hacia un proyecto común" (Fratelli tutti, n. 158: Extracto de una cita de Antonio Spadaro, Las huellas de un pastor. Una conversación con el Papa Francisco, en: Jorge MarÍa Bergoglio - Papa Francisco, En tus ojos esta mi palabra. Homilías y discursos de Buenos Aires (1999-2013), Publicaciones Claretianas, Madrid (2017), pp.24-25).

Hablar del tiempo y del "proceso lento", de la fraternidad y de la vida política, es inscribirse en un viaje moral que nunca se satisface con el estado actual del mundo. Se trata de una profunda transformación de personas e instituciones. El uno no puede evolucionar sin el otro. Así pues, la paz debe presentarse como el objetivo de la "buena política" (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2019), pero también como la expresión de la caridad realizada.

"La verdadera caridad es capaz de incorporar todo esto en su entrega, y si debe expresarse en el encuentro persona a persona, también es capaz de llegar a una hermana o a un hermano lejano e incluso ignorado, a través de los diversos recursos que las instituciones de una sociedad organizada, libre y creativa son capaces de generar" (Fratelli tutti, n. 165).

La caridad, por lo tanto, no puede reducirse a la mera relación de ayuda y asistencia. Es justicia, esperanza y amor en acción. Esto, es fácil de entender, concierne a las realidades locales y regionales, nacionales, internacionales y de la comunidad mundial. Somos a la vez del mundo y de un pequeño pueblo. En ambas dimensiones (global y local), están en juego la consideración mutua y el futuro de la paz.

"Cualquier compromiso en este sentido se convierte en un ejercicio supremo de caridad. De hecho, un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para crear procesos sociales de fraternidad y justicia para todos, entra "en el campo de la mayor caridad, la caridad política" (Pío XI, Discurso a la Federación Italiana de Universidades Católicas (18 de diciembre de 1927): L'Osservatore Romano, 23 de diciembre de 1927) p.3)" (Fratelli tutti, n.180). 

Mons. Segundo Tejado Muñoz, Subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

“CARITAS” en Fratelli tutti

Mons. Segundo Tejado Muñoz, Subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

En la Encíclica Fratelli tutti, cuando el Papa Francisco insiste en el concepto de "caridad", parte del aspecto más íntimo y profundo del amor, en el corazón de la Iglesia misma. Las primeras comunidades cristianas conocían bien el significado de la palabra caridad. Ante el peligro de que la Iglesia sucumba a la tentación de encerrarse y aislarse, San Pablo la exhorta a amar con amplitud, abundando en el amor "entre vosotros y hacia todos". (1 Tess 3,12). San Juan hace lo mismo (All Brothers, 62). Esto se hace eco del insistente llamado de Francisco en la Evangelii Gaudium 23, "La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión "se configura esencialmente como comunión misionera". Y también: "La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor ha tomado la iniciativa, la ha precedido en el amor (cf. 1 Jn 4,10), y por eso sabe dar el primer paso, sabe tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a la encrucijada para invitar a los excluidos" (EG, 24).  En Francisco la caridad es mucho más que el sentimiento que mueve a una persona a dar limosna. Es en cambio una fuerza que irradia el mismo amor de Dios.

La caridad hace posible que las virtudes y hábitos de las personas construyan una vida en común (FT, 91). La sostenibilidad, por lo tanto, depende de la caridad. Y Francisco nos exhorta a recordar la importancia de la dimensión social de la evangelización: "Su redención tiene un significado social porque "Dios, en Cristo, redime no sólo a la persona individual, sino también las relaciones sociales entre las personas" (EG, 178). El Evangelio revela "la íntima conexión entre la evangelización y la promoción humana" (EG, 178), y "el vínculo indisoluble" (EG, 179) entre la aceptación del amor salvífico de Dios y nuestro amor por los que nos rodean.

El amor, hecho posible por la gracia de Dios, inspira nuestro movimiento fuera de nosotros mismos, en el otro y hacia los demás (FT, 93); y cita a Santo Tomás de Aquino subrayando que lo que hay detrás de la palabra "caridad" viene del amor por el cual una persona dada es agradable (agradecida) y por lo tanto deriva el placer de verter algo de ese amor y esas gratificaciones hacia ella (gratis). Pero la caridad no se queda en un nivel individual. Se abre necesariamente a la dimensión social, e "implica un camino efectivo de transformación de la historia que requiere la incorporación de todo: instituciones, derecho, tecnología, experiencia, aportes profesionales, análisis científicos, procedimientos administrativos, etc." (FT, 164). La verdadera caridad encapsula todos estos elementos de atención al otro.

Incluso el buen samaritano necesitaba una posada para cuidar del hombre herido. La caridad debe disponer de todos los recursos disponibles, incluidos los de la sociedad. (FT, 165). Es evidente que es necesario desarrollar una mayor "espiritualidad de la fraternidad" pero, al mismo tiempo, que "no hay una sola salida posible, una metodología aceptable, una receta económica que pueda aplicarse por igual para todos". (FT, 165). Esto recuerda el sí de Laudato: "hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero enfoque ecológico se convierte siempre en un enfoque social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el medio ambiente, para escuchar tanto el grito de la tierra como el de los pobres" (LS, 49).

Esto también aporta una visión más amplia de la vida política. Francis escribe: "necesitamos una política que piense con una visión amplia, y que lleve adelante un nuevo enfoque integral, incluyendo en un diálogo interdisciplinario los diferentes aspectos de la crisis". (LS, 107 Y FT, 177). Al reflexionar sobre la importancia de una vida política orientada al futuro, Francisco llama a una clase de amor que es inspirado por Dios en el corazón de la comunidad Cristiana, y que puede entonces moverse hacia el otro que está afuera. En LS, Francisco presenta 4 ejemplos negativos, en los que una visión política miope destruye los lazos de caridad que Dios desea establecer entre nosotros. La falsa suposición sobre la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a "exprimirlo" hasta el límite y más allá del límite, sin consecuencias (LS, 106); la "cultura del despilfarro", que considera irrelevante todo lo que no es útil para los intereses personales (LS, 122); las economías de escala que dominan el mercado y conducen a la explotación de los trabajadores (LS, 129); y las nuevas biotecnologías que manipulan indiscriminadamente el material genético (LS, 131-136). La única fuerza capaz de revertir este curso es la caridad, y Dios es el único lo suficientemente poderoso para contrarrestar este mismo curso. La Iglesia existe para manifestar al mundo la presencia de Dios y la caridad de Dios. 

Dice Francisco: "La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un nuevo mundo porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos". (FT, 183). La caridad va más allá de un sentimentalismo personal irrelevante, dice refiriéndose a la Caritas in Veritate de Benedicto XVI, que afirma que la íntima relación entre la caridad y la verdad produce esa universalidad capaz de superar el relativismo y construir la comunidad (FT, 184; cf. CV, 2-4). De esta manera, llegamos a comprender la realidad concreta y la dimensión universal de la caridad como fuerza motriz del desarrollo.

Francis se centra en dimensiones de la caridad que a menudo se pasan por alto. Es un acto de caridad para ayudar a una persona pobre y que sufre, pero también es un acto de caridad para ayudar a cambiar las condiciones sociales que subyacen a ese sufrimiento (FT, 186). Este último aspecto de la caridad está en el corazón del espíritu de la política, y expresa un amor preferencial por esta última. "Sólo con una mirada cuyo horizonte se transforme por la caridad, que la lleve a captar la dignidad del otro, los pobres serán reconocidos y apreciados en su inmensa dignidad, respetados en su propio estilo y cultura, y por lo tanto verdaderamente integrados en la sociedad. Esta mirada es el núcleo del auténtico espíritu de la política" (FT, 187). 

En conclusión, la afirmación teológica de Juan, "Dios es amor" (1 Jn 4:8), tiene una implicación directa y complementaria tanto para la persona redimida por Cristo como para la identidad de la Iglesia como Esposa de Cristo. La caridad es el corazón de la identidad de la Iglesia, y tiene la clave para el desarrollo humano integral. El propósito mismo de la religión es difundir en el mundo "los valores de la bondad, la caridad y la paz" (FT, 285), y esto se logra a través de la caridad.

 

Las reflexiones de los Superiores de la sección Migrantes y Refugiados

Card. Michael Czerny S.J. Subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados

Fratelli tutti: una mirada introductoria

Card. Michael Czerny S.J.  Subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados

Las sombras de un mundo cerrado (Cap. 1) se expanden sobre la creación, dejan heridos al lado del camino, que son puestos fuera, desechados. Las sombras hunden a la humanidad en confusión, soledad y vacío. Encontramos un extraño en el camino (Cap. 2), herido. Ante esta realidad hay dos actitudes: seguir de largo o detenerse; incluirlo o excluirlo definirá el tipo de persona o proyecto político, social y religioso que somos.

Dios es amor universal, y en tanto ser parte de ese amor y compartirlo estamos llamados a la fraternidad universal, que es apertura. No hay “otros” ni “ellos”, sólo hay “nosotros”. Queremos con Dios y en Dios pensar y gestar un mundo abierto (Cap. 3) sin muros, sin fronteras, sin excluidos, sin extraños. Para ello tenemos y queremos un corazón abierto al mundo entero (Cap. 4). Vivimos una amistad social, buscamos un bien moral, una ética social porque nos sabemos parte de una fraternidad universal. Somos llamados al encuentro, la solidaridad y la gratuidad.

Para un mundo abierto con el corazón abierto, hay que hacer la mejor política (Cap. 5). Política para el bien común y universal, política para y con el pueblo, es decir, popular, con caridad social que busca la dignidad humana y es ejecutada por hombres y mujeres con amor político que integran la economía a un proyecto social, cultural y popular.

Saber dialogar es el camino para abrir el mundo y construir la amistad social (Cap. 6);  es la base para una mejor política. El diálogo respeta, consensua y busca la verdad; el diálogo da lugar a la cultura del encuentro, es decir, el encuentro se vuelve estilo de vida, pasión y deseo. Quien dialoga es amable, reconoce y respeta al otro.

Pero no basta con esto: tenemos que enfrentar la realidad de las heridas del desencuentro y establecer y recorrer, en su lugar, caminos de reencuentro. (Cap. 7). Hay que curar las heridas y restablecer la paz; necesitamos audacia y partir desde la verdad, desde el reconocimiento de la verdad histórica, compañera inseparable de la justicia y la misericordia, que es indispensable para encaminarse al perdón y la paz. Perdonar no es olvidar; el conflicto en el camino hacia la paz es inevitable, pero no por ello es aceptable la violencia. Por ello la guerra es un recurso inaceptable y la pena de muerte una practica que erradicar.

Las distintas religiones del mundo reconocen al ser humano como creatura de Dios, en tanto criaturas en relación de fraternidad. Las religiones están llamadas al servicio de la fraternidad en el mundo (Cap. 8). Desde la apertura al Padre de todos, reconocemos nuestra condición universal de hermanos. Para los cristianos, el manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo: de ahí surgen nuestras acciones y compromisos. Este camino de fraternidad tiene para nosotros también una Madre llamada María.

Ante los heridos por las sombras de un mundo cerrado, que yacen al lado del camino, el Papa Francisco nos llama hacer nuestro y operar el deseo mundial de fraternidad, que parte de reconocer que somos Fratelli tutti, hermanas y hermanos todos.

P. Fabio Baggio C.S . Subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados

"Fratelli tutti": ideas for the pastoral care of migrants

P. Fabio Baggio C.S . Subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados

La Carta Encíclica "Fratelli tutti" (FT) está dedicada a la fraternidad y a la amistad social, que el Santo Padre tiene entre sus constantes preocupaciones. El estrecho vínculo entre estos temas y las cuestiones relacionadas con los migrantes, los refugiados, los desplazados y las víctimas de la trata se pone de relieve en las palabras introductorias del documento, que explican cómo el Papa Francisco quiso inspirarse en el ejemplo del Pobrecillo de Asís. En efecto, San Francisco se comprometió a caminar " cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos” (FT, 2), entre los que, como el propio Papa deja claro en los siguientes puntos, hay que contar a los sujetos más vulnerables de la movilidad humana. Francisco de Asís, además, demostró un "corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión" (FT, 3), abierto a los extranjeros.

También en la parte introductoria, el Papa Francisco subraya cómo la condición de la itinerancia en este mundo caracteriza a todos los seres humanos, que son "caminantes hechos de la misma carne humana" (Ft, 8), que pueden soñar juntos. Pero a este maravilloso potencial se opone hoy en día una "cultura de muros" (FT, 27), que impide, incluso físicamente, el encuentro con personas de culturas diferentes.

Observando las fronteras del mundo contemporáneo, hay, lamentablemente, muchas violaciones sistemáticas de la dignidad humana, causadas por la voluntad política y económica contra los migrantes y la cooperación internacional (FT, 37). A menudo los migrantes, engañados por las ilusiones de la cultura occidental, se convierten en víctimas de las especulaciones de los traficantes. Su partida empobrece aún más a su país de origen, que a menudo no les ha garantizado el derecho a no emigrar (FT, 38). En los países de llegada hay una creciente explotación política del miedo al otro y se repiten esos lamentables episodios de racismo y xenofobia que parecían ser historia pasada (FT, 39). 

El Santo Padre está convencido de que la migración es un elemento fundamental para el futuro de la humanidad y una clara oportunidad para volver a poner a la persona humana en el centro (FT, 40). El miedo al otro, aunque natural e instintivo, no debe socavar la capacidad de encuentro que nos hace crecer como personas (FT, 41). "Ampliar el corazón al extraño" se convierte, entonces, en un imperativo para el crecimiento de todos. La Sagrada Escritura es rica en citas bíblicas en este sentido (FT, 61). Pero también lo son las referencias a la tentación de cerrarse a los extranjeros, a los demás, tentación que ha caracterizado a la Iglesia desde sus comienzos (FT, 62).

Según el Papa Francisco, la actitud correcta del cristiano hacia el extranjero -como hacia todos los "vecinos" vulnerables- queda bien ejemplificada en la parábola del buen samaritano (FT, 81). El encuentro entre el salvador y el necesitado no deja lugar a la manipulación ideológica y empuja a ambos protagonistas a superar las barreras (FT, 82-83). El buen samaritano muestra un corazón capaz de identificarse con el sufrimiento del otro, más allá de las diferencias, y de reconocer a Jesucristo presente en su prójimo (FT, 84). Es un reconocimiento que da al otro una dignidad infinita, un verdadero encuentro con Jesucristo (FT, 85). Pero también es un encuentro con la humanidad más allá del grupo al que pertenece (FT, 90); es un encuentro que significa ir más allá de las fronteras nacionales y regionales para descubrirse parte de una comunidad de hermanos y hermanas que se cuidan mutuamente (FT, 96).

El Santo Padre reitera que el objetivo a largo plazo es evitar que las personas tengan que emigrar, garantizando el derecho a encontrar en su casa las condiciones para desarrollarse plenamente. Pero hasta que esto no se asegure, será necesario respetar el derecho de todos a encontrar un lugar donde puedan desarrollarse plenamente como persona y como familia, poniendo en práctica cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar (FT, 129). Especialmente en los casos de crisis humanitarias, la solidaridad entre los pueblos debe traducirse en acciones muy concretas (FT, 130), que garanticen a todos los seres humanos una "ciudadanía plena" en este mundo (FT, 131). Pero esto requiere una gobernanza global de las migraciones, con proyectos a medio y largo plazo que vayan más allá de la emergencia (FT, 132).

El encuentro con el otro, con el extranjero, es enriquecedor porque es un encuentro con lo diferente, que aún no conocemos (FT, 133). Es porque el encuentro con la diversidad hace crecer las culturas y las civilizaciones (FT, 134). Es así porque, sobre todo cuando se caracteriza por una acogida libre y generosa, hace crecer a la humanidad (FT; 139-141). El encuentro con el otro no anula la identidad del anfitrión, sino que la fortalece y la transforma en un don (143). Los narcisismos localistas esconden la inseguridad y el miedo hacia los demás (FT, 146). Mirando a los demás uno se comprende mejor a sí mismo (FT, 147). La identidad y la cultura son realidades dinámicas que se alimentan del encuentro con el otro (FT, 148); la relación con los demás es, de hecho, constitutivamente necesaria para lograr la plena realización humana (FT, 150). La familia humana es anterior a la constitución de los grupos nacionales (FT, 149).

La importancia del encuentro debe considerarse también desde una perspectiva geográfica regional, donde la relación cordial con el vecino (FT, 151) se convierte en una relación convivencial con el país vecino (FT, 152), lo que ayuda a tomar conciencia de los propios límites y de la inevitable interconexión con los demás: ninguna nación aislada es capaz de asegurar el bien común (FT, 153).

El Santo Padre tampoco deja pasar esta oportunidad para condenar el tráfico de seres humanos, que debería ser una de las mayores preocupaciones de un gobernante (FT, 188). La trata de esclavos, que tristemente ha marcado la historia pasada, lamentablemente sigue ocurriendo (FT, 248).

Debates y encuentros online sobre Fratelli tutti

GCCM-From Laudato Si' to Fratelli Tutti: Caring

CLAR-Fratelli Tutti - Ciclo 1 de WEBINAR

Presentación de la encíclica Fratelli Tutti-Universitat Abat Oliba CEU

UISG-Conversation with Fr. Augusto Zampini regarding "Fratelli tutti"

CLAR-Fratelli Tutti - Ciclo 2 de WEBINAR

FRATELLI TUTTI: lettera enciclica sulla fraternità e l'amicizia sociale

Georgetown University--Human Fraternity and Solidarity

CLAR-Fratelli Tutti - Ciclo 3 de WEBINAR

Presentation of the Russian translation of "Fratelli tutti"

Fratelli Tutti --How the new Encyclical inspires Caritas work

CLAR-Fratelli Tutti - Ciclo 4 de WEBINAR

WUCWO-UMOFC -International Women's Day "Fratelli Tutti"

Otras reflexiones relevantes

Anna Rowlands, Profesora de Teología Católica Contemporánea y Directora Adjunta del Centro de Estudios Católicos de la Universidad de Durham (UK)

Conferencia sobre la Carta Encíclica "Fratelli tutti" del Santo Padre Francisco

Anna Rowlands, Profesora de Teología Católica Contemporánea y Directora Adjunta del Centro de Estudios Católicos de la Universidad de Durham (UK)

La Encíclica Fratelli tutti trata sobre el amor y la atención —el tipo de atención que le devuelve la salud a un mundo roto y sangrante. Se trata de una meditación social sobre el Buen Samaritano, que reconoce el amor y la atención como la ley sublime, y nos ofrece como modelo la amistad social creativa.

El Papa Francisco nos pide que miremos al mundo de manera similar, de tal manera que lleguemos a ver la relación básica e indispensable de todas las cosas y personas, cercanas y lejanas. En la simplicidad de esta llamada, Fratelli tutti es un desafío devastador para nuestra vida ecológica, política, económica y social. Pero sobre todo es una proclamación de una verdad alegre e imposible de erradicar, que se presenta aquí como un manantial inagotable para un mundo fatigado.

Esta Carta no es una crítica fría y distante. Tiene una disciplina espiritual que observa la tarea humanizadora de la siguiente manera: ser verdaderamente humano significa estar dispuesto a mirar el mundo en su belleza y su dolor; escuchar profundamente a través de los encuentros humanos las penas y las alegrías de la propia edad y tomarlas para uno mismo, es decir, asumirlas y llevarlas como propias.

La noción de que toda la vida creada comparte su origen en Dios Padre, y que en Cristo nos convertimos en hermanas y hermanos —unidos en la dignidad, el cuidado y la amistad— es una de las enseñanzas sociales más antiguas del cristianismo. Los nombres que aparecen en el corazón de esta carta son los de las escrituras: somos hermanos, hermanas, vecinos, amigos. Los primeros cristianos formaron sus puntos de vista sobre el dinero, la comunidad y la política basándose en esta visión. Que un tema tan antiguo se hable con tanta urgencia ahora es porque el Papa Francisco teme un desapego de la visión de que todos somos realmente responsables de todos, todos estamos relacionados con todos, todos tenemos el derecho a una parte justa de lo que se ha dado para el bien de todos. No es una fantasía ingenua creer esto. El Papa escribe con pena sobre el cinismo cultural y el empobrecimiento que limita nuestra imaginación social. No es absurdo reconocer vínculos familiares más allá de las fronteras, anhelar culturas donde se respeten los lazos sociales y se practique el encuentro y el diálogo.

Fratelli tutti deja claro que la fraternidad universal y la amistad social deben ser practicadas juntas. El fracaso en esta cuestión es abundante. La globalización proclama valores universales pero no practica el encuentro y la atención, especialmente en cuanto a los diferentes y a los más vulnerables. Las comunicaciones digitales hacen negocios con nuestra hambre de conexión pero la distorsionan, lo que produce una febril atadura construida sobre criterios binarios de “me gusta” y “no me gusta”, y mercantilizada por intereses poderosos. El populismo apela al deseo de estabilidad, arraigo y trabajo gratificante, pero permite que la hostilidad distorsione estos deseos. El liberalismo imagina la libertad en términos del individuo egoísta y descarta nuestras vidas profundamente interconectadas. Olvidamos lo que permite a las sociedades perdurar y renovarse. Estos son nuestros falsos materialismos.

Esta Carta tiene sus raíces en un encuentro interreligioso específico. No se avergüenza de su carácter y vocación religioso. Una verdad trascendente no es una carga, sino un regalo que asegura las raíces de nuestra acción. Puede reducir la ansiedad que sentimos por arriesgarnos juntos a la transformación de nuestro mundo. La fe es nuestro manantial. Es parte de cómo podemos nombrar y superar la indiferencia afligida de nuestra época.

Por esta razón, la encíclica es clara en cuanto al peso de la responsabilidad de las comunidades religiosas. Los grupos religiosos están atrapados en las culturas digitales y de mercado que nos perjudican. Inexcusablemente, los líderes religiosos han sido lentos en condenar prácticas injustas, pasadas y presentes. La religión también necesita arrepentimiento y renovación. Fratelli tutti exhorta a las religiones a ser modelos de diálogo, comerciantes de paz y portadores del mensaje de amor trascendente para un mundo hambriento, cínico y desarraigado.

Haciéndose eco de la declaración de Abu Dhabi, la encíclica reafirma la dignidad absoluta de la persona humana, sobre la cual ninguna preferencia política, ninguna “ley” del mercado puede tener prioridad. Aquí el Papa Francisco destaca el tratamiento de los migrantes. Señala los mandamientos bíblicos de acoger al extranjero, los beneficios que se derivan de los encuentros entre culturas y la invitación al amor gratuito. Pero también amplía la enseñanza social antigua sobre el destino universal de los bienes, dejando claro que las naciones tienen derecho a su tierra, riqueza y propiedad en la medida en que esto permite a toda la humanidad acceder a los medios para la supervivencia y la realización. Una nación tiene obligaciones con toda la familia humana y no sólo con sus propios ciudadanos. La dignidad, la solidaridad y el destino universal de los bienes materiales son los sellos distintivos de esta enseñanza.

El Papa Francisco advierte contra las formas cerradas de populismo, pero sostiene la importancia de vernos como “un pueblo”. Siguiendo a san Agustín, nos recuerda que convertirse en “un pueblo” se basa en el encuentro con los demás en el diálogo, cara a cara y codo con codo. Juntos negociamos los amores comunes perdurables por los que queremos vivir. Este es un proceso dinámico e inacabado de construcción de la paz social, que es el fruto de una auténtica búsqueda e intercambio de verdades. Una cultura sólo es saludable en la medida en que permanece abierta a los demás. Esta renovación de las culturas políticas sólo ocurre con los marginados, y no para ellos. El papel de las comunidades de base es clave para esta participación.

Referirse a Dios como familia, y a nosotros mismos como familia bondadosa en esta imagen, es el lenguaje del amor. Hay otras formas de nombrar a Dios. Pero el mensaje que el Papa Francisco desea que escuchemos en este momento es que nos hacemos completamente humanos por lo que nos atrae más allá de nosotros mismos. Lo que hace esto posible es un amor divino, abierto a todos, que nace, se une, tiende puentes y se renueva sin cesar. Este amor no puede ser borrado o eliminado, y es la base de la llamada del Papa Francisco a nosotros con las palabras de atención amorosa de san Francisco: Fratelli tutti...

Charo Castelló, referente del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos

Fratelli tutti: anhelo de fraternidad, solidaridad y justicia social

Charo Castelló, referente del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos

Fratelli tutti abre caminos para hacer realidad la utopía de una gran familia humana con la que sueña Francisco y tantas personas de los movimientos populares, y resuena en la vida de creyentes y no creyentes, que gastan su vida en la lucha por la dignidad.

Anima a quienes reivindican trabajo digno; tierra, de la que responsabilizarse, para que nadie pase hambre; y techo para cobijar a toda la humanidad. Una apelación a los movimientos populares a seguir soñando, caminando y construyendo: “es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos”.

Propone una utopía realizable, donde la cuestión social, política y económica están ligadas al amor, como llevamos tiempo señalando los movimientos populares. La caridad, si no es también política, no es caridad. No es solo dar de comer, sino trabajar para transformar las estructuras que impiden a las personas obtener el alimento por sí mismas.

Es un llamado urgente ante la autodestrucción y la deshumanización. Los recursos naturales y los ecosistemas están siendo esquilmados; la dignidad del trabajo es pisoteada y los derechos de las personas trabajadoras violados, en no pocas ocasiones, en aras de un sistema económico consagrado a la crematística.

Es una oportunidad para sostener la esperanza en el encuentro y el reconocimiento, como aspiración más profunda que nos permita confraternizar unos con otros.

 

Es continuidad del magisterio de la Iglesia: sin abordar la cuestión social no es posible aspirar a la fraternidad. “La cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica”, dijo Benedicto XVI (CV, 75). Ahora Francisco amplia y concreta: “Frente a diversas y actuales formas de eliminar o ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social”.

No es una ensoñación, sino la capacidad de imaginar una realidad nueva y distinta, primer paso para caminar hacia ella; es una apelación a actuar en coherencia con nuestro ser y vocación. Es una invitación para implicarnos y poner en práctica, en diálogo con personas de buena voluntad. Propone una nueva lógica para nuestras vidas y la organización social: la amistad social: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones cada uno con su propia voz, todos los hermanos”.

La civilización samaritana

Ante las sombras de un mundo cerrado, que descarta a tantas personas, nos invita a la esperanza y a la responsabilidad, a partir de la parábola del buen samaritano, paradigma de la necesidad de la cultura del cuidado, los unos a los otros, y no la indiferencia.

Tenemos una gran oportunidad de recomenzar, desde la esencial fraternidad, que nos invita a ser parte activa de la rehabilitación y la sanación de las sociedades heridas. “No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede a un costado de la vida. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad”.

Llama constantemente a “pensar y gestar” un mundo, “gestionado” desde el amor universal, desde la apertura a todas las personas, sin fronteras que niegan la dignidad y los derechos fundamentales. Afirma que “todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser”. En coherencia, la solidaridad adquiere mayor hondura humana: “Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”.

En este contexto, Francisco recupera un principio de la DSI, como es el uso común de los bienes para todos, como principio de todo el ordenamiento ético-social. Cuando los movimientos populares revindicamos las 3T, queremos que se pongan en práctica este principio al tener enormes consecuencia para la vida de las personas, el agua, la tierra, la cultura, el trabajo etc., bienes universales que nadie tiene derecho a apropiarse. “El derecho a la propiedad privada solo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad”.

Sin olvidar que la solidaridad, “también es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero. […] La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares”.

El gran tema: el trabajo

Fratelli tutti da una gran centralidad a la caridad política, a “la mejor política” al servicio del bien común, que siempre atiende prioritariamente las necesidades de los empobrecidos. Para el Papa, podemos ayudar a una persona necesitada, “pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en ‘el campo de la más amplia caridad, la caridad política’”. Se trata de avanzar en esta dirección. Una vez más convoca a rehabilitar la política. Y subraya, en la “buena política” es de gran importancia la dignidad del trabajo y el trabajo digno: “El gran tema es el trabajo”. “Lo verdaderamente popular –porque promueve el bien del pueblo– es asegurar a todas las personas la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus esfuerzos (…) Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”.

 

Salir al encuentro

Desde un estilo de ser, pensar y actuar distinto al que predomina en el ámbito de las relaciones humanas; entre las naciones; las culturas; las instituciones…, nos propone para construir humanidad: el diálogo y la amistad social, la vida “como el arte del encuentro”, con todos los pueblos, incluso con las periferias del mundo, con los pueblos originarios…, “de todos se puede aprender algo, nadie es inservible”.

Josianne Gauthier, Segretaria general de CIDSE

Fratelli tutti - La política como un acto de amor y coraje

Josianne Gauthier, Segretaria general de CIDSE

“Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles.” (FT.180)

Uno no suele considerar la política como un acto de caridad o de amor. La política ha sido a menudo reducida a su forma más abyecta, y asociada con la codicia, la dominación, la explotación y la corrupción. Sin embargo, aquí, en su última Carta Encíclica, el Papa Francisco nos pide a todos a recuperar la nobleza del acto político: asumir la responsabilidad como miembros de una familia humana para el bienestar de todos.

Esta reflexión sobre nuestras responsabilidades hacia los demás y hacia la Creación ha sido publicado durante la segunda ola de la pandemia mundial. Este es también el período en el que los cristianos comienzan el Adviento, un tiempo de preparación, espera y vigilancia. En los días más oscuros del año en el hemisferio norte, la luz de la Navidad nos ayuda a mantenernos centrados y a no estancarnos. En una pandemia global, en medio de una gran incertidumbre y miedo, cuando se restringe el movimiento y el contacto, es tentador cerrar los ojos y esperar a que pase la tormenta. Sin embargo, no saldremos así de esta crisis hacia un mundo mejor. Fratelli Tutti nos llama a encontrar la energía activa en nuestro amor. A través de las tormentas, a través del sufrimiento, de nuestra compasión, debe venir la solidaridad y el coraje para defender el Bien Común. 

Durante la pandemia de Covid-19, el Papa Francisco continuó a desarrollar los temas de la interdependencia e interconectividad y a comunicar sobre la relación entre nuestros excesos, nuestro individualismo, nuestro nacionalismo y el sufrimiento que vemos a nuestro alrededor. Fratelli Tutti es un claro recordatorio de que ninguno de nosotros estará a salvo si no estamos todos a salvo. Sólo juntos curaremos este mundo herido, sólo convirtiéndonos a una cultura de cuidado, de responsabilidad, de escuchar, saldremos de estas crisis más fuertes. 

La anterior Encíclica del Papa Francisco, Laudato Si', también habló de la interconexión y la responsabilidad. Demostró cómo los estilos de vida occidentales estaban amenazando todas las formas de vida en este planeta, mientras nuestro consumo global corre el riesgo de sobrepasar las fronteras planetarias. Hace un año, el Papa convocó un Sínodo para la región Panamazónica para reflexionar sobre cómo el consumo neocolonial de los recursos de la Amazonia está demoliendo las culturas, las especies y las vidas humanas en esta parte del mundo. En este hogar común, el poder y los recursos están distribuidos de manera desigual, y hay voces que aún no han sido escuchadas. En el Sínodo para la región Panamazónica, el Papa invitó a la comunidad católica a abrirse a las perspectivas y conocimientos que los pueblos indígenas podrían compartir con nosotros, para preservar nuestro planeta, nuestro hogar, y por lo tanto a nosotros mismos. 

Para una red de organizaciones católicas de justicia social como la CIDSE, Fratelli Tutti nos llama a ser audaces, a nombrar las nubes que se ciernen sobre todos nosotros, a reconocer la responsabilidad, aunque sea incómodo. Incluso cuando estamos cansados y desanimados. Ese es el momento exacto en el que debemos permanecer juntos y recurrir a nuestra fe. Basándonos en Laudato Si', la Evangelii Gaudium, y el vasto cuerpo de la enseñanza social católica, nombramos los síntomas de nuestro mundo herido y cómo debemos abordarlos. Tenemos un modelo económico extractivo y colonialista de crecimiento, que produce una cultura de discriminación y desigualdad y que resulta en una extrema degradación ecológica y humana. Se nos recuerda que tratamos a la tierra cómo nos tratamos unos a otros. Fratelli Tutti nos insta a todos a tomar decisiones para el "bien común universal" acercándonos cada vez más a nuestra propia responsabilidad en la forma en que tratamos a nuestro "prójimo". Una política saludable transformaría nuestra economía en una que "es parte integral de un programa político, social, cultural y popular."

En el último decenio ha aumentado la desconfianza en las instituciones democráticas o multilaterales. El Papa Francisco nos desafía a salir de nuestras peligrosas tendencias de construir muros, de autoprotección, nacionalismo y aislacionismo. Al hablar de la importancia de mantener los compromisos colectivos y multilaterales y de trabajar en cooperación entre las naciones, nos recuerda: "Hacen falta valentía y generosidad en orden a establecer libremente determinados objetivos comunes y asegurar el cumplimiento en todo el mundo de algunas normas básicas". (FT. 174). Hace un llamamiento a las instituciones multilaterales, a los políticos, a los gobiernos, pero también a los individuos para que formen un nuevo tipo de comunidad humana.

Todas las nubes sólo pueden ser despejadas si las volamos, si encontramos el coraje dentro de nuestros corazones para denunciarlas y exigir un cambio político. Podemos y debemos actuar sobre las transgresiones que presenciamos. Debemos asumir nuestras propias responsabilidades, pero también exigir a nuestros líderes políticos que actúen por el Bien Común y en la búsqueda de la paz. 

El Papa Francisco nos invita a la esperanza - porque como dice "La esperanza es audaz" - y a abrirnos al mundo que nos rodea - porque es en la riqueza de nuestra diversidad y en la multitud de voces e ideas que construiremos la paz. 

Mientras meditamos durante la segunda ola, y durante el adviento, volvemos a la idea del amor, el cuidado, la fraternidad, la solidaridad y la esperanza. "También en la política hay lugar para amar con ternura" (194). Entendemos que esto no sólo se dirige a los líderes políticos, sino a todos nosotros, para desafiarnos a convertirnos en actores políticos y dirigir desde el corazón.

María Lía Zervino, Servidora, Presidente de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católica

Fratelli tutti - La amistad social: un nuevo estilo de vida

María Lía Zervino, Servidora, Presidente de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católica

Mi país de origen es Argentina. Una nación marcada por el enfrentamiento social en distintos momentos de su historia; por la división en dos grandes facciones antagónicas causada por motivos políticos, ideológicos, económicos, etc. También ahora seguimos haciéndonos daño unos a otros a causa de una terrible “brecha”. Sin embargo, desde las entrañas de su pueblo, el Señor llamó a uno de los suyos, el cardenal Bergoglio, para que timoneara, como Pedro, la barca de la Iglesia en medio de la tormenta global del Coronavirus y de una “tercera guerra mundial en etapas”. La encíclica Fratelli tutti nace de su experiencia pastoral

Quien padece una enfermedad y la supera, en muchos casos suele generar los anticuerpos necesarios para enfrentar otros episodios similares. Análogamente, en base a la experiencia del Papa Francisco, el Espíritu Santo le inspiró Fratelli tutti. Quienes pudimos compartir con él algunos momentos inolvidables, en la Conferencia Episcopal, cuando la encabezaba como Presidente, conocemos la amistad que entabló con líderes locales de otros credos, como el rabino Abraham Skorka y el dirigente musulmán Omar Abboud. Prueba de ello es la foto del abrazo entre el Papa y sus dos amigos, en su viaje a Tierra Santa, en el 2014.

Bergoglio solía pasar las fiestas más importantes del año litúrgico con estos amigos, hablando de todos los temas, de corazón a corazón. Y sucedió que un mismo año murieron el suegro del rabino y un hermano del cardenal. Los amigos se acompañaron y dialogaron en profundidad sobre la muerte. Así surgió el libro que juntos escribieron, Sobre el cielo y la tierra. Este “perfume” de amistad social se percibía en diversos sectores de la Conferencia Episcopal y nos impulsó, como Comisión Nacional de Justicia y Paz, a trabajar en conjunto con líderes de diez tradiciones religiosas diferentes en el proyecto de ley de Educación Nacional que se debatió por aquella época.

Narro estos hechos, porque me resultan significativos a fin de dejar en evidencia cuán inductivo es el método que se refleja en el magisterio del Santo Padre. Es cierto que, en medio de las sombras en que estamos inmersos, el faro de Fratelli tutti, que nos indica la meta de la fraternidad humana y de la amistad social, nos puede parecer un sueño inalcanzable. Pero si partimos desde la realidad de cada uno, de abajo hacia arriba, probaremos que, este gran tesoro de la encíclica -con el que toda la humanidad puede contar en este trágico 2020- es un proyecto realizable. 

Sin dejar de lado la atención a lo global y por lo tanto la fraternidad/sororidad humana como causa final, quisiera centrar mi reflexión en la amistad social que, como cordialidad local, es inseparable de la dimensión universal y constituye su legítima levadura. Sería falsa la apertura a lo universal si no la construimos a partir de alimentar el fuego de nuestros hogares, de la tierra patria, de los diversos pueblos y de las diferentes regiones culturales del mundo.  El mejor modo de evitar caer en un nominalismo declaracionista es iniciar procesos que generen bienes relacionales en el propio entorno.

La amistad social es el bien relacional por excelencia, desde el punto de vista sociológico. Los bienes relacionales son intangibles. Consisten en relaciones y generan relaciones caracterizadas por la replicabilidad, la eticidad y la comunionalidad. Son relaciones en las que se trata de dar para que el otro también pueda dar, mediante una reacción acorde que puede no ser idéntica a lo recibido. En esta dinámica, aparecen respuestas de parte del otro polo de la relación, que replican el valor compartido y que pueden incluso acaecer distantes en el tiempo y beneficiar a otros sujetos diferentes. 

Los bienes relacionales están basados en el reconocimiento recíproco de la igual dignidad de aquel que es distinto. Por eso, facilitan el hacerse cargo del bien del otro. No se consumen cuando se usufructúan, sino que se incrementan. Son relaciones que potencian a quienes se relacionan, en su integridad como seres humanos. La amistad social es valiosa porque denota valores éticos sociales como la confianza, la fidelidad, la corresponsabilidad, la cooperación y porque contribuye al cuidado de los sujetos relacionados, teniendo como objetivo el bien integral de la comunidad y del ambiente natural de referencia.

La amistad social exige y promueve una participación cívica propia de un estilo de vida diferente al que, muchos de nosotros, estamos acostumbrados. Es el resultado de compartir un patrimonio de bienes y valores y de evitar que alguien quede afuera. Este estilo de vida es el núcleo de una cultura del encuentro. La “imagen” tomada desde un dron sería la de una zona del planeta con cantidad de redes de encuentros en los que cada persona es reconocida con su propio rostro, sin dejar a nadie aislado. En este contexto cada persona se liga responsablemente a esta vinculación comunional, colaborando -desde su perspectiva y con sus recursos- al fomento de la paz y la justicia.

¿Utopía? No, si seguimos la estrategia trazada por el Papa Francisco en Fratelli tutti. Un requisito clave es el diálogo “persistente y corajudo”, abierto a la verdad, entre generaciones y miembros de un pueblo, que conduce hacia la cultura del encuentro en un país. Por ello, creo conveniente proponer un examen de conciencia sobre las acciones requeridas para un diálogo de esta naturaleza, sobre nuestra capacidad de acercarnos, mirarnos, escucharnos, tratar de comprendernos, buscar puntos de contacto, a fin de poder conjugar con honestidad el verbo: dialogar. 

Pero no es fácil usar sólo la brújula del diálogo abierto y respetuoso, cancelando el hábito de enjuiciar y descalificar al adversario, en particular cuando la convicción del otro no coincide con la propia. No podemos ser ingenuos. Necesitamos ser concretos y contar con las intrigas y conflictos, manteniendo el apego a las verdades fundamentales y el consejo evangélico: “orad por los que os persiguen” (Mt 5, 44).

Asumamos, con la gracia de Dios, el desafío de nuestra conversión -hoy “conversión ecológica integral”-, para ofrecer un testimonio coherente en procesos de diálogo fecundo. Superemos las barreras del individualismo y de la indiferencia. Desde el propio lugar y misión particular, encaremos un nuevo estilo de vida que suscite la amistad social. Mujeres y hombres, somos todos corresponsables, del presente y del futuro inmediato de la humanidad.

¡Gracias, Papa Francisco, por Fratelli tutti!