Nos embargan sentimientos de hondo dolor y de profunda gratitud. Damos gracias a Dios por el Santo Padre que nos encargó ayudar a la Iglesia, siguiendo la enseñanza y el ejemplo de Nuestro Señor, a valorar y servir a los últimos, a los frágiles, a los vulnerables, a los olvidados. Damos gracias a Dios por el cuidado que el Papa Francisco ha tenido de nuestro Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
En 2017, el nuevo Dicasterio -fruto de la unión de cuatro Consejos Pontificios- inició su aprendizaje para acompañar a la Iglesia en todo el mundo en la promoción de la plenitud o integridad de vida para todos y cada uno, para todas las personas y todos los pueblos, incluyendo la justicia y la paz, la salud, las obras de caridad y el cuidado de la casa común sobre la que el Papa Francisco llamó con tanta fuerza la atención del mundo.
Cercanía a las personas migrantes
Los migrantes, los refugiados y las víctimas de la trata de seres humanos ocupaban un lugar especial en su corazón. Para centrarse en ellos, el Papa Francisco estableció la Sección de Migrantes y Refugiados (M&R) y la guió personalmente durante seis años. Recordamos vívidamente su visita de 2017 al Dicasterio, cuando nos habló del sufrimiento que sintió tan profundamente en su primer viaje a Lampedusa: allí, por primera vez como Papa, secó las lágrimas de muchos hermanos y hermanas migrantes traumatizados por sus devastadoras travesías por el mar. De allí nació un dolor que permaneció permanentemente en su corazón, y les aseguró entonces: "La Iglesia está a su lado en la búsqueda de una vida más digna para ustedes y para sus familias".
La Sección M&R animó a la Iglesia para acoger y proteger a los pequeños desplazados del Evangelio. Recordamos el salvavidas naranja entregado al Papa por un socorrista que no consiguió salvar a una niña de las olas. "Esta es tu misión", le dijo, y se convirtió en el símbolo de su abrazo a los migrantes y de su denuncia de lo que llamó "la globalización de la indiferencia". El salvavidas está expuesto para recordar a todos la obligación bíblica, subrayada por Jesús, de acoger al extranjero.
Comisión Vaticana COVID-19
En marzo de 2020, cuando la pandemia de coronavirus comenzó su devastación, poniendo al mundo de rodillas, el Papa Francisco, con visión profética, instituyó la Comisión COVID-19 del Vaticano, confiando su coordinación a nuestro Dicasterio. Instó a la Comisión a conectar los mejores descubrimientos de la ciencia con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, para mostrar tanto a la Iglesia como a la sociedad civil cómo ayudar a los más afectados por la pandemia, pero fácilmente ignorados. Desafió a todos a preparar el futuro, reiterando continuamente que, de una gran crisis como esa, se sale peor o mejor, pero no igual.
Muchas veces, el Papa Francisco demostró su cercanía a los últimos. Un ejemplo reciente es su encuentro de septiembre de 2024 con los Movimientos Populares, que tuvo lugar en nuestro Dicasterio. El Papa escuchó atentamente a los participantes y los animó en su lucha por afrontar sus mayores retos, sin esperar a que otros lo hagan por ellos. Su lema "tierra, techo, trabajo" se hizo suyo, calificando estos derechos sagrados como necesarios para que todas las personas puedan garantizar su dignidad.
En aquella ocasión, el Santo Padre recorrió los largos pasillos de nuestras oficinas, deteniéndose a saludar uno a uno a los Superiores y al personal. Observando detalles de nuestro trabajo cotidiano, sonreía ante los pósteres de las campañas de comunicación en las que era protagonista, y todos, absolutamente todos, se sentían escuchados y apreciados y agradecidos.
Otros recuerdos son aún más personales. Durante una reunión con los responsables del Dicasterio, por ejemplo, oyó mencionar el dolor de una colega por la inminente muerte de su abuela. El Santo Padre la consoló con ternura y le regaló un Rosario que bendijo para su abuelo. En otra ocasión, Francisco quiso abrazar simbólicamente a la madre enferma de una empleada; tras escuchar con atención sus palabras, le hizo entrega de un rosario para que se lo llevara a su madre, junto con sus oraciones y sus palabras de aliento.
Un afecto correspondido por los empleados del Dicasterio quienes, como hijos solícitos, se preocupaban por él. Al concluir una celebración eucarística, un empleado le dijo al Papa: “Santidad, por favor, descanse y cuídese, ¡nos duele verle tan cansado!”. El Santo Padre sonrió con ternura y respondió: "Sí".
Estos años de trabajo junto al Papa Francisco nos han enriquecido en nuestra misión y en nuestra humanidad, ya que compartió la planificación de nuestras orientaciones e iniciativas pastorales. Su ejemplo inspira a nuestro Dicasterio a seguir intentando vivir concretamente el Evangelio cada día y a seguir el camino que él ha trazado para toda la Iglesia.
Desde lo más profundo de nuestro corazón: gracias, Papa Francisco, sigue acompañándonos, y ahora descansa en paz.
Los Superiores, funcionarios y el personal, los Miembros y Consultores del
Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral