No hay desarrollo sin promoción de la dignidad del hombre

50 años después de la Populorum Progressio, la misión de la Iglesia al servicio del desarrollo integral

Populorum Progressio, sviluppo umano, dignità

Eminencia, estos días se celebran los 50 años de la Encíclica Populorum Progressio. ¿Qué significado posee este documento para la sociedad y para el hombre de hoy?

 

Ha tenido y tiene un significado profético. La leemos y releemos, y vemos cuántas de las cosas que aquí se enuncian todavía están presentes, ante nuestros ojos, clarísimas, sin embargo, todavía nos cuesta entender su alcance. Permítanme explicarlo mejor, retomando algunas de las declaraciones que San Pablo VI incluyó en la Encíclica. La primera, en el número 14: “el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico”. Bien, llevamos ya casi diez años escuchando hablar de crisis de la economía, de las finanzas, de los mercados: sin embargo, todavía no hemos entendido que la crisis que estamos viviendo es, antes todo, antropológica. Perseguimos un enfoque puramente ideológico y no humano. Y esto, porque el hombre no comprende las razones por las que existe. En cambio, ¡debemos volver a mirar a la persona, en su totalidad, hecha de cuerpo y alma! Encontraremos así la capacidad de entender que, lo que transforma la vida es la conversión del corazón, la que nos pide todos los días el Papa Francisco, no el afán por destruir este mundo para edificar otro a nuestra imagen y semejanza. La segunda, en el número 15: “cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación”. Y, sin embargo, hoy día, cada vez más, se nos llena la boca al hablar de conceptos que se refieren únicamente al éxito personal, y estamos dispuestos a truncar cualquier vocación ajena, ofendiendo constantemente la vida. El derecho a la vida es el primero de todos los derechos humanos, pero ahora más que nunca está bajo la amenaza de un ataque deliberado. Baste pensar en las muchas guerras presentes en el mundo, así como en el deseo de ver reconocidas políticas que promueven una cultura de la muerte, en lugar de valorar la vida. Nunca antes habíamos tenido la oportunidad de conocer al otro como la tenemos hoy día, en su debilidad pero también en la plenitud de sus deseos. Para quienes llevan el testimonio de Cristo, para la Iglesia, hay praderas en este sentido: pongámonos en camino.

 

¿Hay un tercer aspecto?

 

Sí, en el número 21, y es muy importante. El Papa San Pablo VI dice que el verdadero desarrollo se alcanza gracias a un cambio hacia condiciones de vida más humanas: una mayor consideración de la dignidad del otro, una orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación para el bien común, la voluntad de paz, y sobre todo el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que es la fuente y el fin. Esto significa que excluir el factor humano del progreso y centrarse únicamente en la transformación de las estructuras sociales, significa cortarle las alas al plan de Dios para la persona. La Encíclica quería señalar, no solo el vínculo moral de la comunidad internacional a la hora de buscar el desarrollo de cada hombre y de todo el hombre, sino también quería hacer explícito en qué consiste este desarrollo integral.

 

El concepto de integralidad es típico de la doctrina cristiana y, significativamente, también se ha incluido en la denominación del nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

 

Ante todo, quisiera decirle que para mí, y para los colaboradores que están llamados a formar parte de este Dicasterio, es un signo de la providencia que el 50º aniversario de la Populorum Progressio coincida con el nacimiento del nuevo Dicasterio, dado que se inspira en ella. Esto nos da la oportunidad de reflexionar directamente sobre las raíces que fundan esta nueva realidad y comprender qué orientaciones puede darnos la Encíclica en nuestro trabajo concreto. Lo haremos en una conferencia, que se celebrará el lunes 3 y el martes 4 de abril en el Vaticano, bajo el lema: “Perspectivas para el servicio del desarrollo humano integral: 50 años de la Encíclica Populorum Progressio”. Y el hecho de que el Papa haya querido resaltar este aspecto de la integridad de la persona, ya en el nombre, indica (en mi opinión) un camino fructífero para nuestra actividad al servicio del Santo Padre y de la Iglesia universal. Es decir, aclarar cuál es la antropología que construye la acción, nuestra y de las organizaciones benéficas católicas, cuando se comprometen con la persona humana, sobre todo, a favor de quienes sufren, de los necesitados y de los pobres.

 

¿En qué punto nos encontramos en el proceso de inicio de esta nueva oficina de colaboración del Santo Padre?

 

Yo diría que estamos en un buen punto. Como es sabido, el Dicasterio se instituyó a finales de agosto de 2016 con el motu proprio Humanam progressionem, y entró oficialmente en vigor el 1 de enero de 2017. La voluntad del Santo Padre era la unir e integrar las funciones de cuatro Pontificios Consejos (Justicia y Paz, Cor Unum, Migrantes e Itinerantes, Agentes Sanitarios), que, por naturaleza y mandato, llevaban a cabo numerosas tareas en el área de la promoción humana. En estos meses nos hemos conocido, hemos analizado y profundizado las competencias de cada uno, y ahora vamos a pasar a la fase más directamente operativa. El ámbito del trabajo realizado hasta ahora seguirá siendo el mismo, pero cambiará la forma de ordenar estas competencias, porque es necesario crear una nueva síntesis de ellas. Por esta razón, se decidió que el Dicasterio no se debía organizar según las secciones que se corresponden a las antiguas oficinas. Si lo hubiéramos hecho, no habríamos resuelto los problemas que llevaron a la reforma. Razón por la cual estamos llamados a poner en marcha una nueva síntesis, que se basa en dos binomios. El primero: servicio de la Iglesia y servicio a la persona, fundado en la teología de la caridad, la doctrina social de la Iglesia y la teología del sufrimiento. Significa que el servicio de la Iglesia tiene como objetivo desarrollar a la persona en todo su potencial. Ésta es la piedra angular sobre la que el Dicasterio podrá llevar a cabo su misión. El segundo binomio se refiere, en cambio, al aspecto práctico de las áreas de competencia, que se distinguen en pastoral y social. La integralidad del desarrollo apunta a mantener juntos todos estos aspectos.

 

¿Qué repercusiones concretas puede haber?

 

La centralidad de la persona es una clave importante para cada aspecto social, como la cuestión ecológica y el cuidado de la “casa común” que el hombre está llamado a “labrar y cuidar” (Gn 2,15). Laudato si’ afirma, en el número 89, que “todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”, reconociendo “al ser humano ese valor peculiar que implica al mismo tiempo una tremenda responsabilidad” (LS, n. 90). El hombre ejerce su dominio sobre la creación, no de una manera absoluta sino en obediencia a Dios Creador, del que él mismo es imago. El respeto de la persona y de la creación son condiciones indisolublemente necesarias para el desarrollo integral del hombre, porque el hombre y el medio ambiente responden a la sabiduría creadora de Dios y a su plan de amor. Esto origina los grandes retos a los que nos enfrentamos, porque hoy día los logros tecnológicos a veces cuestionan el ser mismo del hombre. Durante la conferencia, basada en tres áreas temáticas principales (cuerpo-alma, hombre-mujer, persona-sociedad), profundizaremos todos estos temas.

 

Entre los actuales retos globales se encuentra el de la inmigración. Eminencia, algunas de sus declaraciones críticas contra las políticas de los Estados Unidos han causado un enorme revuelo.

 

Quisiera dejar claro que solo manifesté una preocupación. Mis palabras apuntaban a expresar la esperanza de que la cultura del encuentro, tal como lo ha reiterado el Papa Francisco, pueda prevalecer en todos los ámbitos de la vida, en particular, en la acogida de los más necesitados y de quienes sufren. Conocer a la persona ayuda a la conversión del corazón, de la que le hablé antes. Todos estamos llamados a esta conversión, yo el primero. No es ni la tarea ni la voluntad de la Santa Sede entrar en los méritos de las políticas y las legislaciones de un Estado, que son expresión libre de sus representantes. La Iglesia estadounidense, naturalmente, sabe cómo promover, y ya lo está haciendo, una presencia que puede contribuir, de manera creíble, al bien común.

 

26 marzo 2017