"Anunciamos que la vida será más fuerte que la muerte"

Así Mons. Bruno Marie Duffé, Secretario del Dicasterio, en un texto presentado por el P. Augusto Zampini, Secretario adjunto

“Hago nueva todas las cosas” (Ap 21,5)

Queridos colegas y amigos, queridos hermanos y hermanas. Estamos viviendo tiempos difíciles. La pandemia de Coronavirus-19 es un tremendo desafío para la Iglesia, para todas las personas del mundo, y para nuestra casa común. Sin embargo, la crisis es una oportunidad para comenzar de nuevo. Esta es una calamidad urgente y compleja que requiere nuevas soluciones: "vino nuevo, odres nuevos" (Mc 2,22), nuevas formas de vida, nuevas formas de trabajar, nuevos modelos de desarrollo. En Pascua, Cristo resucitado hace "nuevas todas las cosas " (Ap. 21,5), y nos sostiene en nuestra vulnerabilidad, nos guía a través de la oscuridad y nos reconcilia con la fuente de la Vida. En nombre del Cardenal Peter K.A. Turkson (Prefecto), Mons. Bruno Marie Duffé (Secretario) ha preparado un mensaje simple y profundo para ayudarnos a abrir nuestros corazones a la Luz y la Vida de Cristo en este tiempo de oscuridad y muerte. Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes y a sus familias, muy Feliz Pascua.

P. Augusto Zampini, Secretario adjunto

 

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Mensaje de Pascua en el contexto de la pandemia del Covid-19

 

1. En la mañana de Pascua, la comunidad cristiana, en la grande y hermosa diversidad de culturas, tradiciones e idiomas, afirma que la Vida es más fuerte que la muerte. Cristo, que compartió nuestra condición humana, también en la injusticia, en el sufrimiento y en la muerte, es levantado de la muerte por Dios Padre, de quien recibimos la vida, la capacidad de crecer y de ser. Y lo creemos: ¡Cristo está vivo para siempre! Él viene a visitarnos y tiende la mano a nuestra humanidad en este momento de angustia y dolor. Viene a levantar a los enfermos y a traer nueva vida a los que están en las tinieblas de la soledad, del agotamiento y de la desesperación.

2. La Pascua, el corazón de la fe cristiana en el que celebramos el triunfo de la Vida sobre la muerte, adquiere una actualidad singular en el contexto mundial de la terrible pandemia de Covid-19. ¿Cómo podemos decir que Cristo Jesús ha resucitado y no sentirnos abrumados por el dolor y la aflicción de los que están enfermos, de los que mueren, de los que están de luto, de todos los que cuidan a los demás hasta el límite de sus fuerzas? Es a ellos y a todos aquellos que viven este tiempo de Pascua con preocupación y tristeza que nos atrevemos a anunciar que la Vida será más fuerte que la muerte.

3. Cristo ha abierto para todos un camino que conduce a la Vida. Este movimiento de la Resurrección lleva consigo a la creación y a todos los seres vivientes, a los que hemos cuidado y amado, a los que murieron solos, abandonados, a los que esperan y luchan, con dignidad y esperanza. Todos son llamados y son levantados con Cristo, "el Primogénito de entre los muertos", sobre quien la muerte ya no tiene poder. El mensaje de la Resurrección es un mensaje de confianza para todos los habitantes de nuestro mundo. Porque Dios no abandona a ninguno de aquellos a quienes dio vida. Cuida de todos ofreciendo un perdón incansable que es realmente un nuevo nacimiento.

4. La "crisis sanitaria y humanitaria de COVID-19" es una gran pregunta para todos. La reflexión sobre los orígenes y las consecuencias de esta pandemia acaba de comenzar. ¿Qué nos ha pasado? ¿Y qué debemos hacer para salir de esta muerte? Estamos empezando a entenderlo un poco: esta enfermedad está vinculada a la enfermedad de todos los organismos vivos con los que estamos llamados a compartir nuestra existencia. La creación que hemos recibido de Dios está enferma y “gime con dolores de parto” (Rm. 8, 22). Nuestra instrumentalización excesiva de los recursos y de los seres vivientes es un camino de muerte. Estamos empezando a comprender que es esencial abrirnos a una nueva vida, respetando el equilibrio entre todos los seres vivos, respetando la Creación, en su rica y hermosa biodiversidad. Solo una respuesta integral, basada en una conversión a una "ecología integral", que integre el cuidado del más pequeños de los organismos y de la salud de todos los humanos, nos permitirá enfrentar los desafíos de la vida y del futuro. ¿Queremos vivir la Pascua de la Creación? Se trata de una conversión a la que estamos llamados, para que cada organismo participe en la vida misma de Dios y descubramos que somos complementarios, en la riqueza de nuestros carismas, nuestras funciones, nuestros roles y nuestras experiencias.

5. La experiencia de nuestra pobreza frente a la enfermedad y la muerte de nuestros amigos, compañeros y seres queridos, nos hace comprender que de ahora en adelante nada será igual. Esta es otra forma de hablar de la transformación radical de Pascua: el pasar del duelo a la esperanza y de la muerte a la vida. Las lógicas de muerte deben ser abandonadas para que ahora vivamos como hombres y mujeres responsables, humildes y justos. Lo sabemos, al elegir la Vida, también tendremos que elegir un nuevo modelo de desarrollo, protegiendo la naturaleza, la tierra, las fuentes de vida, trabajando juntos, de manera pacífica y solidaria, cuidando a los más frágiles y adoptando una vida pobre, con los pobres. Porque somos un todo vulnerable, experimentamos la fragilidad y la solidaridad. Todos necesitamos a todos. Cuidar la vida es una responsabilidad compartida.

6. Al recibir la nueva Vida, fruto de la Pascua, dejando que Cristo resucitado venga a habitar en nosotros y con nosotros, buscamos un nuevo ritmo para nuestra historia común. Lo creemos: el Cristo Resucitado camina con nosotros. Incluso cuando no lo reconocemos, permanece cerca y "nos abre el significado” de nuestra aventura humana. Nuestros ojos se abren en el Resucitado cuando comparte nuestro pan (cf. Lc 24,13-35). Por lo tanto, cuidar, compartir, alentar y tener esperanza se convierten en los verbos que expresan el llamado a la Vida, para que nosotros también podamos vivir como resucitados, "transeúntes" de la muerte a la vida.

7. Cristo, en la mañana de Pascua, se muestra a María Magdalena y a los que tienen el corazón abierto a la vida y al amor. Está cerca de los científicos, médicos, cuidadores, quienes toman decisiones y los responsables económicos, financieros y políticos que se preocupan por el bien común y los más pobres. Arroja luz sobre quienes ejercen, ya desde hoy, la carga del futuro. Lo creemos y lo entendemos: tendremos que compartir nuestras reservas, nuestras capacidades, nuestros talentos y crear nuevas formas de trabajo y nuevos empleos; vivir una solidaridad moral, social y financiera (Laudato Si’, 2015: 156, 157), considerando las necesidades fundamentales de nuestra humanidad: salud, educación, derechos humanos y vida espiritual. Pascua es el comienzo de un tiempo nuevo: el tiempo de la sanación y de la dignidad restaurada para todos, el tiempo del encuentro, de la justicia y del amor.

8. La historia no ha terminado. La historia se reabre: cada uno está llamado a vivir la resurrección con Cristo. Al igual que Abraham, "esperamos contra toda esperanza" (Rom 4, 18), como los profetas de la Biblia, "denunciamos" lo que es fuente de muerte y "anunciamos" a Cristo, quien es la fuente de la vida (Is. 41 y 42). Inspirados por el Espíritu del Señor, muerto y resucitado, nos atrevemos a anunciar que está vivo y que nos llama a abandonar todo lo que conduce a la muerte para vivir como seres nuevos, resucitados con él (cf. Hechos 2, 14-36).

9. Al igual que Tomás (cf. Jn 20, 24-29), podemos estar atravesados ​​por la duda y pensar que es necesario ver para creer. El Cristo resucitado viene y se vuelca hacia nosotros. Se deja tocar, a través del testimonio de aquellos que dan su vida, para que nuestra fe crezca, sea fructífera y dé fruto. Cuando “damos lo que nosotros mismos hemos recibido" (Cf. 1 Co. 11, 23), el signo de nuestro pan compartido es la realización del Cordero Pascual, compartido en memoria de la Pascua liberadora.

10. La "buena noticia" de Pascua, que los primeros cristianos se comunicaron como un aliento mutuo: "Cristo ha resucitado ... Él ha resucitado verdaderamente" es, para nosotros, que queremos seguir los pasos del Dios vivo, un mensaje de aliento y de consuelo, dirigido a todos los hermanos y hermanas afectados en su cuerpo, en su ser y en sus afectos. Pero es un compromiso, para cada persona bautizada, de ofrecer a su prójimo, con su fe, la palabra de aliento y confianza:

"Dios te ama"; "Cristo te salva"; "Cristo está vivo" (cf. Christus Vivit, 2019).

Mons. Bruno Marie Duffé, Secretario

 

11 abril 2020